Esta semana estuvo rondando una fotografía que mostraba la cima del Everest con una fila bastante considerable. Si bien sorprende, en realidad esconde un problema mucho más profundo detrás. En tan solo esta temporada, más de diez personas han muerto en el pico de la montaña más alta del planeta. ¿Qué es lo que está sucediendo?

Foto tomada de bles.com

La triste respuesta es una mezcla de dos factores: negligencia y exceso de turismo. El gobierno nepalí otorga un serie de licencias por temporada para que puedan acceder los escaladores, cada una con el costo de 11,000 dólares. Esta primavera superó el récord con 381 licencias. El problema es que no hay ninguna norma que regule quién sube y quién no. Básicamente, cualquiera que pueda pagar tiene la posibilidad de hacerlo.

Claro, esta gente suele recurrir a la ayuda de los sherpas, montañeses locales que trabajan para compañías que venden la experiencia de llegar a la cima del Everest. Este es uno de los trabajos más peligrosos y con más mortandad del mundo. Y la falta de habilidad de los visitantes lo vuelve todavía más arriesgado, pues se requiere de cierta destreza y rapidez para esquivar las adversidades de la montaña.

Además de los peligros por avalanchas y derrumbes, los atascos en la cima ocasionan que los escaladores y los sherpas pasen más tiempo del debido en la «zona de la muerte» y sufran de mal de altura, una dolencia que puede ocurrirle a cualquiera, tenga condición física o no. De hecho, es mucho más probable que te dé si tienes menos de 50 años.

De ahí surge la pregunta de si es ético o no escalar la montaña más alta del mundo, pues, en la mayoría de los casos, no solo se está poniendo en peligro la propia vida para cumplir un capricho, sino también la de alguien más. Si era uno de tus sueños pero no tienes la capacidad para hacerlo solo, mejor considera otras opciones como el Camino de Santiago.

Si quieres saber más del tema, este documental de HBO, que dura solo 20 minutos, lo explica a profundidad.