Cuentan las estadísticas viajeras que Francia es el destino turístico preferido del mundo, y es que con toda la oferta cultural y gastronómica que atrapa hasta al más huraño de los visitantes, sería difícil imaginarnos que alguien no quisiera conocerla. Es por eso que preparamos un itinerario para que recorras este país europeo en 10 días, sin perderte ningún rincón esencial.

Días 1 y 3: París

La capital francesa es por sí sola una razón sustancial para visitar Francia. Los tres primeros días del tour lo pasarás entre croissants, la Torre Eiffel y letreros art nouveau. Asegúrate de llegar temprano y dejar tus maletas en uno de los hostales baratos que hay por la ciudad.

Una vez en París, te recomendamos ir por una baguette al Boulangerie Brun: la mejor panadería parisina. No mentimos: ha ganado premios. Ahí venden todo tipo de pan, galletas y pasteles muy de barrio, lo cual le dará un toque especial a tu desayuno. Los parisinos están acostumbrados a un petit desayuno y a mediodía comer bien: para esta hora puedes ir al barrio de Montmartre y sentarte en una de las mesitas del Coquelicot.

Una de las cosas imperdibles es caminar por el barrio de Montmartre: verás el Moulin Rouge, distintas obras de pintores como Van Gogh, la Place de Tertre y el Sagrado Corazón. Si dicen que París es la ciudad más romántica, este barrio es el porqué.

Después, dirígete al mirador de Galeries Lafayette, desde donde podrás observar toda la ciudad de una forma no tan convencional y gratis. Para moverte fácilmente, te recomendamos tomar el metro de la ciudad, un billete (para un viaje) cuesta alrededor de 1.90 euros y la tarjeta con 10 billetes cuesta 16 euros.

El segundo día será mucho más movido. Empieza programando una visita al museo del Louvre, el más famoso de todo París, siempre lleno de gente. Reserva con anticipación un tour que te permita entrar al museo sin hacer fila y de la mano de un experto de arte. Luego de tomar la respectiva foto de la Mona Lisa, prepárate para una selfie en el Arc de Triomphe. No dejes de caminar por las calles de París mientras observas sus pequeñas tiendas y cafés. Un snack antes de ir a descansar: macaroons en Ladurée (cuestan alrededor de 17 euros por seis).

En tu último día, espera una mesa en Holybelly, desayuna delicioso y trasládate hacia el Palacio de Versalles: revive la casa de los reyes y reinas. Además, podrás pasear por sus jardines extensos llenos de color. La mejor despedida. Visita después la Fundación Louis Vuitton y compra algún souvenir para decirle hasta pronto a la ciudad de las luces.

Como recomendación extra: para tus próximos días, tan solo lleva una mochila con ropa y artículos de higiene personal, será mucho más cómodo viajar así.

Foto por Chris Karidis en Unsplash

Día 4: Nantes

Desde París, puedes llegar a Nantes haciendo un roadtrip de cuatro horas o bien, tardar la mitad del tiempo en tren con un costo de 23 euros. Prepárate para visitar una ciudad para hipsters. Tiene galerías de arte urbano, referencias hasta el hartazgo sobre Julio Verne, cafés para ir a escribir y mucha gente joven. No obstante, vale la pena dejarte guiar por su vibra.

Al llegar, puedes comer en La Cigale, un restaurante art nouveau que data desde 1895. Pide una mesa afuera y observa toda la Place Graslin, incluyendo el colorido teatro al lado contrario del restaurante. De ahí, camina hasta el Castillo de los Duques de la Bretaña: construcción del siglo XIII que está abierta al público para que recorras sus pasillos largos y fríos.

No puedes irte de Nantes sin pasear por el Jardin des Plantes y el Museo de Arte de Nantes, la escena artística de la ciudad tiene todo el sentido cuando te das cuenta de lo que hay ahí. Si todavía te queda energía, puedes alquilar una bicicleta para ir a la Rue Jean Jaures de compras. Ahora sí, es hora de seguir con la ruta.

Foto por Juan Di Nella en Unsplash

Día 5: Burdeos

Encontrarse con Burdeos es relativamente fácil desde Nantes: en tren harás 2 horas y media, en automóvil alrededor de 3. En el viaje, podrás ir observando el azul del mar y maravillosos paisajes dignos de llamarse franceses.

Para empezar, debes ir a La Cité du Vin: el espectacular museo dedicado a la historia y producción de vinos franceses. Burdeos es reconocido internacionalmente por la oferta vinícola que alberga. Después, pasea por la Plaza de la Bolsa y el Espejo de Agua, los monumentos más conocidos de la ciudad, pero también los más llamativos.

Relájate en el barrio de Saint Pierre, no necesitas una guía para hacerlo, tan solo déjate llevar por sus innumerables cafés y restaurantes. Este barrio está garantizado. Si te da hambre, visita Le Davoli o Bistro Reno para probar los sabores de Burdeos antes de ir a descansar. En la mañana, asegúrate de partir hacia el sur.

Foto por larahcv en Pixabay

Día 6: Toulouse

Luego de un trayecto de dos horas en tren has llegado al sur de Francia. En la hermosa ciudad de Toulouse lo mejor que podrás hacer es ver el atardecer, así que planea tu viaje para que te toque llegar lo más temprano y te dé tiempo de hacer todo lo que hay que hacer.

A Toulouse se le conoce como la «Ciudad Rosa» porque casi todos sus edificios se construyeron en ladrillo color rojo claro, simulando un tono rosado muy particular. Dentro de estos edificios hay infinidad de tiendas exclusivas y patios escondidos con bazares: compra. Esto es en la parte antigua de la ciudad.

De ahí puedes cruzar el puente a la parte española —en la época de la dictadura franquista, muchos españoles se refugiaron en esta parte de Francia y crearon un barrio muy particular— y experimentar un turismo poco convencional: observar la vida cotidiana en esta parte. Regresa al centro para visitar la Place du Capitole y comer algo tradicional.

Te recomendamos el Aligot Bar de comida francesa: es simple, algo caro, pero vale completamente la pena. O bien, también puedes probar O Saj Food para un toque mediterráneo a tu paseo con comida libanesa. Después, puedes visitar el Cité de l’Espace, un museo interactivo sobre la exploración del espacio y la industria aeroespacial.

Para terminar, visita la Fundación Bemberg para asombrarte de la oferta artística: verás obras de Gauguin, Veronese, Tintoretto, Lucas Cranach, Monet y Picasso. Podrás presumirle a tus seres queridos que estuviste dentro de uno de los conjuntos más interesantes de todo Francia. Ahora ve a dormir y prepárate para viajar por la mañana.

Foto por RBNRAW en Unsplash

Días 7 y 8: Montpellier

Luego de estar corriendo entre ciudades, te quedarás dos días en Montpellier. Esta es una ciudad bastante interesante para los turistas que están esperando quedar sorprendidos por Francia.

Depende de la fecha en la que viajes, pero una de las mayores atracciones de esta ciudad son los mercados en las noches de julio y agosto. Ahí hay diversas actividades como catas de vino, música en vivo o puestos de comida y artesanía donde podrás comprar productos franceses aunque no exclusivamente. Los más famosos son el mercado en Antigone o el de Arceaux.

Reserva un lugar para practicar «kayak» o «paddle» en el río Lez. Los deportes acuáticos son muy famosos en Montpellier, por lo que esta actividad es imperdible. Después, podrás descansar y tomar un café con pan en el Gazette Café: repleto de cuadros, libros, un piano y un árbol. Por las noches hay debates académicos y literarios, danza, lectura de poesía. Un lugar del que nunca te olvidarás.

El siguiente día dirígete hacia los lagos de Languedoc, a 40 minutos de Montpellier, y visita el puente de piedra construido en el siglo XI. Si quieres ir más lejos, puedes optar por el lago Salagou a una hora de la ciudad. Cuando regreses, será momento de comer y esta vez, te recomendamos hacer un picnic en el parque. Primero pasa a comprar a los pequeños locales todo lo necesario para tus baguettes (o cómpralas ya hechas) y no te olvides del vino. Con un libro, estarás feliz sin necesitar nada más. Para cerrar con broche de oro, pasa al Rebuffy Pub y revive tus noches de estudiante en la universidad.

Ve a descansar al hostal, ya que por la mañana emprenderás tu viaje desde Montpellier, pasando por Aix y Canes, hasta llegar a Niza.

Foto por Ekansh Saxena en Unsplash

Día 9: Niza

Te mereces un día de playa y qué mejor destino que Niza. Entre Canes y Mónaco, este lugar francés esconde muchos paraísos terrenales: por algo la llaman la Ciudad de la Costa Azul.

Lleno de gaviotas, lo primero que debes hacer al llegar a Niza es pasear por la Vieille Ville, un antiguo barrio lleno de color. Es muy tranquilo, por lo que no será difícil relajarte. De ahí puedes visitar el mercado de las flores, comprar un par de ramos e ir dejándolas por la ciudad. También te aconsejamos subir las escaleras de las Terrasses des Ponchettes y disfrutar de la vista.

Después, toca un sugar rush con los dulces que podrás conseguir en la Maison Auer. Esta casa se hizo famosa desde su apertura en 1820 por la fruta confitada que vendía y sigue vendiendo. Además, la decoración del lugar merece hablar de ella: su estilo florentino te hace dudar si estás en Italia o en Francia.

Para comer, hazlo en The Rossettisserie y pide un ratatouille: lo más famoso de la cocina típica. Ahora toca recorrer la Promenade des Anglais, donde podrás sentarte en alguna de las famosas sillas azules. Su nombre en realidad se traduce a «Paseo de los Ingleses», debido a la popularidad con que los británicos recorren esa parte de la ciudad. De ahí, toca perderte por los rincones de Ciudad Vieja: hasta que tu cuerpo aguante, literalmente.

Foto por loic Tijsseling en Pixabay

Día 10: Lyon

Por último, te tocará recorrer Lyon como nunca nadie lo ha recorrido. De eso se trata construir tu propio camino, ¿no? Para llegar desde Niza te recomendamos buscar un vuelo barato que te haga ahorrar tiempo (y, si reservas con antelación, dinero): tan solo harás una hora de viaje.

Lyon tiene la ventaja de ser considerada como la cuna de la gastronomía francesa, por lo que no sufrirás nada. Para tu última parada, es indispensable que visites Basílica de Notre-Dame de Fourvière, construida con estilo neobizantino y mosaicos dorados. Después camina a los Jardines del Rosario y observa la Torre Metálica.

En la Catedral de Lyon podrás tomarte las fotografías necesarias para presumir tu viaje. Luego, asegúrate de pasar por los «traboules»: patios interiores que conectan las calles a través de distintos edificios. En la ciudad hay más de 500, por lo que te recomendamos conseguir un mapa para ver cuáles son los que más te interesa conocer.

No olvides hacer un tiempo para el Musee du Cinema et de la Miniature, probablemente la atracción más conocida de Lyon. Está dedicado al cine y a las miniaturas realizadas por el fundador del museo, Dan Ohlman. Ahora: la hora de la verdad, comer en Lyon.

Nuestro consejo es que vayas a un «bouchon», restaurantes característicos de la ciudad. En especial te recomendamos dos: Chabert et Filis y Comptoir Brunet. Asegúrate de comer todo lo que se te antoje: no todos los días estás en Lyon.

Para terminar, recorre el Pont de la Guillotière para que admires el gran hotel que se encuentra del otro lado. Verás un espectáculo de luces que nunca olvidarás. Vuelve al hostal caminando para que también conozcas la ciudad cuando es de noche.

Regresa a París en un vuelo y prepara tu siguiente tour.