Gracias a su excelente red ferroviaria, la Ciudad Eterna es un punto de arranque perfecto para conocer las delicias rurales y el legado arqueológico del interior de Italia.

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Ostia Antica
¿Alguna vez te has preguntado cómo es que el Imperio Romano podía controlar sus territorios ultramarinos si su capital no tiene costa? La respuesta se encuentra en Ostia Antica, el principal puerto de Italia en tiempo de los césares, a 40 minutos desde la estación Porta Lido. Caminar entre sus ruinas y arboledas te va a transportar 2 mil años en el pasado, sobre todo cuando pases cerca del Decumanus Maximus, un camino de un kilómetro de largo flanqueado por templos antiguos; el más impresionante es el Capitolium, dedicado a honrar a Hércules. Otros edificios dignos de una película de gladiadores son el Anfiteatro de Agrippa (¡tenía cupo para 4 mil personas!) y las Termas de Neptuno, baños públicos decorados con mosaicos de pasajes mitológicos.

Bracciano
Para llegar a este encantador poblado debes tomar el tren desde las estaciones Trastevere u Ostiense; tras una hora de camino, habrás llegado a las orillas del fotogénico lago de Bracciano, formado por la actividad volcánica y rodeado por villas, iglesias y palacios. El monumento más famoso del pueblo es el castillo Orsini-Odescalchi, que data del siglo XV y conserva su maciza muralla perimetral: te sentirás formando parte de una fantasía medieval cuando visites sus patios y mientras recorres su museo. Baja después al pueblo y piérdete en sus callejuelas; penetra a sus trattorias y pizzerías o sigue el rumor del agua hasta llegar a las orillas del lago, a tiempo para ver el atardecer.

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Tivoli
Este bucólico pueblo a 30 kilómetros de la capital italiana le debe su riqueza y celebridad al emperador Adriano, quien lo eligió como su lugar de recreación y descanso. El primer sitio para comprobar la opulencia que rodeaba al césar es la Villa de Adriano, un espectacular complejo palaciego que contaba con bibliotecas, piscinas, huertos, termas, columnatas y templos. Atendido por miles de sirvientes, hoy puedes recorrer sus ruinas y contemplar con nostalgia el paso del tiempo. El otro espacio de visita obligada en Tivoli es la Villa d’Este, uno de los mejores ejemplos del diseño de jardines y fuentes durante el Renacimiento italiano. Para conocer ambos espacios debes subirte al tren en la estación Tiburtina.

Castel Gandolfo
Probablemente te suene este nombre porque es el sitio donde el papa posee una residencia de descanso, el Palacio Apostólico. Además de un observatorio y su propia estación de radio, este conjunto arquitectónico presume hermosos jardines cuidados bajo la supervisión papal; si deseas conocerlos, debes reservar con antelación. Ojo: no puedes acudir con los hombros descubiertos ni usando faldas cortas o shorts, igual que en los recintos sagrados de El Vaticano. Luego de apreciar desde afuera los aposentos del Pontífice, te recomendamos trasladarte hacia la orilla del lago para beber un expreso o un comer gelatto en cualquiera de los cafecitos ribereños. Alimentar a los patos o reposar junto al agua es una gran manera de cerrar la tarde y mezclarte con los locales.

Pompeya
Es tristemente célebre por la erupción volcánica que la sepultó en el año 79 d. C., conservando para la posteridad sus calles, casas e incluso habitantes. Entre las estructuras más sobresalientes están el Foro; el Gran Templo de Apolo; la fastuosa Casa del Fauno; las Termas Sabinas y el Lupanar, edificio conocido mundialmente por sus grafitis con contenido erótico muy explícito. ¿Tienes un poco más de tiempo? Te sugerimos complementar la experiencia arqueológica en Herculano, otra ciudad romana detenida en el tiempo a causa de la erupción del volcán Vesubio. Sus murales y mosaicos nos demuestran el lado más humano de la arqueología. Para llegar a Pompeya debes subirte al tren en la estación Roma Termini con dirección a Napoli Centrale. Una vez en Nápoles, tomar en PIazza Garibaldi el tren que para en la estación Pompeii.