Supongamos que vas en un vuelo de más de cinco horas y al lado te toca el típico personaje que se extiende por todo su asiento hasta invadir tu espacio personal. Sin importar si elegiste ventana, pasillo o si te tocó el asiento de en medio (porque seamos honesto, nadie escoge este lugar) seguramente no estarás dispuesto a perder la batalla por el descansabrazos, pero… ¿sabes en realidad a quién le pertenecen?

Foto por Omar Prestwich en Unsplash

Empecemos por la configuración de los asientos. Ya sea con tres asientos y cuatro descansabrazos o dos asientos y tres descansabrazos, alguien sale perdiendo. No hay de otra.

Aquí hay dos cuestionamientos clave:
– ¿A quién pertenecen los descansabrazos?
– ¿Cómo reclamar si alguien hurta tu derecho a reposar el brazo?

Aunque no hay ninguna regla escrita, lo más honorable es cederle ambos descansabrazos centrales al pasajero del asiento miedo. Su desventaja es clara, así es que es una especie de premio de consolación. El viajero que eligió pasillo tiene más espacio para estirarse hacia el corredor y puede usar el descansabrazos de la orilla, mientras que el viajero de la ventanilla puede apoyarse en la ventana y usar su propio reposabrazos.

Así pues, si eres el pasajero de en medio, nuestra recomendación es que reclamas y te poses sobre tus respectivos descansabrazos desde que te subes al avión, con toda seguridad y sin dejarle mucha alternativa a tus compañeros gandallas.

Pero, ¿qué sucede si te encuentras con un abusivo o el típico que se expande como si estuviera en una sala VIP del cine? No tengas miedo y pregunta de manera cortés a tu vecino si te comparte un poco de su espacio en la tierra. O si eres muy tímido solo ve colocando el codo hasta reclamar lo que es tuyo por consenso social. Nuestra experiencia dicta que el que persevera alcanza.